jueves, 28 de octubre de 2010

Este año termino la carrera

Esta es una frase que todo universitario pronuncia al menos una vez en su vida. Lo malo es que algunos se acostumbran a ella, le toman cariño, y dejan que le acompañe durante lustros. Algo que no tiene mucho sentido.

Está claro que uno no puede darle máxima validez a una frase como esa cuando viene de una persona con la edad habitual de los universitarios (entiéndase entre 18 y 23, aunque quizá lo habitual sea entre 20 y 30). En esa época de nuestra vida todos tenemos un ego super-desarrollado que nos impedirá asumir con modestia que al final necesitaremos una pequeña prórroga para terminar nuestros estudios.

En cualquier caso, una persona que emite esta frase durante un periodo superior a 9 meses demuestra una serie de cosas.

1 - Que tiene un escaso conocimiento de sus capacidades.
2 - Que no es consciente de sus circunstancias, y de como éstas afectan a su desempeño.
3 - Que no tiene la menor capacidad para "planificar".

Porque un tío que tras 5 años de carrera tiene por aprobar el 20% de los créditos, correspondientes precisamente a las asignaturas más duras, que afirma que va a terminar en un año más, no tiene ni idea de lo que está diciendo. Y más si resulta que esa misma persona ha decidido que, como ya le queda "poco" para terminar, puede asumir un trabajo a tiempo parcial para ir sacándose unos ahorrillos.

En estas circunstancias, cualquier persona que no cumpla los 3 puntos anteriores dirá que, en condiciones normales, este individuo necesitará al menos dos años más para terminar sus estudios.

Pero bueno, ¿¿y esto no es un pedazo de off-topic??

Pues no. Resulta que esos individuos de los que estoy hablando, transcurrido ese "último año", pasarán a formar parte de la plantilla de alguna empresa, y asumirán determinadas responsabilidades. Y entonces es cuando llegarán, como hemos hecho todos, como becarios en sus primeros días de trabajo, y ante la pregunta de su jefe, ¿cuánto crees que tardarás en hacer esto?, responderán sin cortarse un pelo: "dame un par de días". Y seis meses después, cuando su contrato-basura esté a punto de expirar, irán ilusionados a comunicar: "ya lo tengo!".

Es algo lógico, dado el ímpetu y la ilusión con que todos empezamos nuestra vida laboral; y sobre todo dado el desconocimiento que tenemos de la realidad de ese mundo. Dicho de otra forma, dada nuestra nula capacidad para Planificar.

Porque la tarea de planificar es ciertamente compleja. Casi me atrevería a decir que está al límite de lo imposible. Y es que cuando uno se enfrenta a la necesidad de predecir cuánto tiempo va a requerir para hacer algo tiene que controlar innumerables variables:

- ¿Qué es lo que tengo que hacer?
- No, en serio, ¿qué es lo que tengo que hacer? Quiero decir, ¿soy realmente consciente de ello? No basta con decir: tengo que hacer una aplicación Web para la gestión de usuarios de mi empresa. Hay que saber qué implica eso. ¿Montar un entorno de trabajo? ¿Seleccionar herramientas y frameworks de desarrollo? ¿Instalarlas? ¿Definir la funcionalidad? ¿Diseñar una base de datos? ¿Comunicar sistemas? ¿Hacer pruebas? ¿Documentar? ¿Reunirse con los usuarios? ¿Corregir errores?... y así hasta el infinito.
- ¿De qué recursos dispongo?
- ¿Cuáles son sus capacidades?
- ¿Coincidira mi desarrollo con la redacción de alguna oferta que entretenga al equipo?
- ¿Se irá la luz durante los trabajos? ¿cuántas veces? ¿qué cantidad del trabajo perderemos?
- ...

Y, en función de todo ello, la gran pregunta, ¿cuánto tardaré en hacerlo?.

No, en serio, ¿cuánto tardaré en hacerlo? Porque uno puede decir que en instalar un IDE se tardan 5 minutos. Pero se puede encontrar que la versión que necesita no es compatible con el driver del sistema, y necesitar una semana para enterarse de que tenía que cambiar una coma en un fichero de configuración para que todo funcione.

Al final la solución estándar es simple. Se coge el tiempo que se necesitó la última vez para hacer la tarea, t (si nunca se ha hecho, se estima con una función de relación directa al tamaño del nombre de la tarea), se multiplica por dos, y se le suman un par de semanas para documentar, d. Resultado: P = 2t + d.

¿Y qué pasa? Pues que nos encontramos con que al final g (el tiempo efectivamente empleado en el proyecto) se va acercando peligrosamente a P, hasta rebasarlo sin remedio y acabar doblándolo.

Menos mal que somos gente preparada para planificar, y conocemos las técnicas heurísticas. La próxima vez modificaremos el factor de corrección a 4, y todo resuelto.

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